Las autoridades de Japón ubicaron hoy el accidente nuclear de Fukushima en el mismo nivel de gravedad que el de Chernóbil, aunque afirmaron que las emisiones radiactivas siguen siendo por ahora inferiores a las de la central de Ucrania que estalló en abril de 1986.
Dos nuevas réplicas sísmicas de magnitud 6,2 y 6,0, que no causaron daños ni víctimas, se registraron el martes en la prefectura de Fukushima (noreste de Japón) y se sintieron en Tokio, a unos 170 km, donde temblaron los edificios.
Las réplicas sucesivas son una dura prueba para los sobrevivientes del terrible sismo de magnitud 9,0 y el tsunami gigante que el 11 de marzo pasado causaron más de 27.000 víctimas entre muertos y desaparecidos.
El Servicio de Seguridad Nuclear japonés anunció sorpresivamente que elevaba al máximo el accidente nuclear de Fukushima, ubicándolo en el nivel 7 de la Escala Internacional de Sucesos Nucleares y Radiológicos (INES), el mismo nivel que Chernóbil.
Hasta el martes, el accidente estaba catalogado de nivel 5, en la escala INES, que clasifica los sucesos de 1 a 7.
El nivel 7, "accidente grave", significa que "se produjo una emisión mayor de materias radiactivas" con "efectos generalizados en la salud y el medio ambiente", según la escala INES.
El Servicio de Seguridad Nuclear japonés precisó que había situado el accidente en nivel 7 "provisoriamente", en "base a medidas de yodo y cesio registradas en el medio ambiente", pero que la decisión definitiva estará a cargo de un comité de expertos internacionales.
Al mismo tiempo, sin embargo, el Servicio precisó que el nivel de las emisiones radiactivas registrado desde el inicio del accidente nuclear de Fukushima sólo equivalía a un 10% de las medidas realizadas en 1986 tras la catástrofe de la central ucraniana.
Las medidas disponibles de la radiactividad que escapó de la central de Fukushima "muestran niveles equivalentes al nivel 7", declaró un responsable del Servicio, un ente oficial.
"En Fukushima hubo emisiones de vapor y humo, pero no de la misma amplitud y naturaleza que en Chernobyl", agregó.
La explosión del reactor Nº 4 de la central de Ucrania, el 26 de abril de 1986, había emitido en diez días cerca de 12.000 millones de becquereles en el medio ambiente, o sea 30.000 veces más que el conjunto de las emisiones radiactivas atmosféricas anuales en el mundo.
Hasta el martes, el servicio de seguridad japonés ubicaba el accidente del 11 de marzo en el nivel 5, lo que corresponde a un "accidente con consecuencias de mayor alcance", mientras que su homólogo francés lo consideraba de nivel 6, es decir "importante".
Muchos países reforzaron el control, e incluso prohibieron, de los alimentos importados de Japón, que registra una importante caída del turismo.
En Fukushima Nº 1, los técnicos continuaban desafiando las radiaciones para reactivar los sistemas de enfriamiento de los reactores, dañados por el sismo y el tsunami del 11 de marzo.
El lunes, el gobierno se había mostrado prudentemente optimista estimando que "el riesgo de que la situación en la central se deteriore y desemboque en un nuevo escape radiactivo mayor se había reducido considerablemente".
Al mismo tiempo, el gobierno había anunciado nuevas evacuaciones más allá de la zona de exclusión de 20 km en función de las medidas de radiactividad.
La región de Fukushima, principalmente agrícola, podría quedar inhabilitada durante años, como sucede en Chernóbil, donde existe una zona de exclusión de 30 km desde hace 25 años.
Más al norte, unos 150.000 damnificados del tsunami siguen viviendo en escuelas, gimnasios o salas comunales transformadas en albergues a la espera de que se construyan las 70.000 viviendas provisorias prometidas por el gobierno.
En muchos casos, a la tristeza de haber perdido todo se suma el estrés provocado por las 400 réplicas de magnitud 5 o superior registradas después del sismo del 11 de marzo.
Una de las réplicas más fuertes de los últimos días, de magnitud 6,6, provocó deslizamientos de terreno y la muerte de tres personas.
El epicentro de ese sismo estaba situado a una profundidad de 13 km y a unos 160 km de Tokio, la capital japonesa que desde hace años espera y se prepara para el "Big One", un sismo gigante con consecuencias devastadoras inimaginables.
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